Los brujos maleros utilizan una variedad de componentes para ocasionar maleficios que deterioran negocios o trabajos. Estos sujetos inescrupulosos emplean sal, ají, agua de mar, plumas de gallinazo, tierra de cementerio, pelo de gato negro y huesos de muerto.
Todos estos elementos los convierten en polvo que esparcen en negocios, lugares de trabajo e incluso sobre el cuerpo de la víctima. No es raro que los hagan ingerir estas sustancias, provocando una repentina saladera, es decir, un estado en el que todo les sale mal, sin importar el esfuerzo y dedicación que pongan, haciendo imposible superar o triunfar en sus propósitos.
Por otro lado, para entorpecer los estudios o destruir la tranquilidad de una persona o matrimonio, estos brujos utilizan el nombre de la víctima, huellas, fotografías, escrituras o prendas personales, junto con pelos, cigarros, alcohol y carbón negro. También emplean fotografías, pelos, uñas o prendas íntimas amarradas con hierbas para consolidar amarres amorosos o perturbar la paz.
Los efectos varían desde la anulación de la inteligencia y seguridad emocional hasta constantes dolores de cabeza, incremento de la inclinación por diversiones desenfrenadas o el sexo fácil, llevando al abandono de los estudios o de la pareja. En casos más extremos, el maleficio hace que la persona se enamore perdidamente y se aleje de su hogar para siempre, a menudo mediante el consumo de sustancias repugnantes que no son apropiadas de mencionar por respeto al pudor y seguridad de los lectores.